Es cierto que la oración es una fórmula para hablar con Dios. Desde que somos homo sapiens.
El agnóstico (a: no, gnosis: conocer) que dice que no se puede conocer la voluntad de Dios, no está muy alejado. La voluntad de Dios es infinitamente incognoscible, per sé para nosotros...
Ahora bien, los cristianos católicos sostenemos que Dios sí se hizo a conocer, y estableció: la vida de Jesús, su espíritu, la iglesia sobre la cuál reposó, escrituras y sacramentos.
Los judíos (nuestros padres) y nuestros hermanos separados (los protestantes, según palabras de Juán Pablo II) también creen en estas fórmulas, y varias religiones de Oriente, donde sin embargo abundan la meditación y el yoga, es decir un dios impersonal.
Con un dios impersonal, panteísta, claro está que no se puede charlar. Siempre digo que el yoga y la meditación es como el jardín de infantes de la oración, precisamente por el aspecto personal de un dios en concreto. Ya no es el universo, no es la nada (ni el vaciarnos de nosotros mismos) sino una charla "entre personas", y el llenarnos de Dios.
¿GRADOS DE ORACIÓN?:
1) PEDIR.
2) AGRADECER.
3) ADORAR.
Y claro que la oración es también una construcción gramatical. La construcción sintáctico-semántica que nos atañe a todos, especialmente a los escritores.
Y a los poetas... los poetas somos los grandes "científicos" de la oración, por el nivel de síntesis que debemos lograr. Debemos darle un "alma" a la oración, sin caer en el hermetismo ni en la prosa.
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