lunes, 16 de diciembre de 2013

Pasiones: aquello que nos apasiona.

Hablamos de las pasiones siempre bien. Cuando vemos una novela, cuando nos reímos a carcajadas, y hasta cuando justificamos la violencia.

Por otro lado la equiparamos al término vocación, a las cosas que nos gustan, y a los distintos bienes que nos dispensa la Naturaleza.

Son como cosas que están adentro y fuera de uno mismo. Como que las vemos, y nuestro corazón se acelera.

A mí me pasa con los deportes, con los libros, y con ciertas personas. Con ciertos tonos de voz, con la música, y con la pintura. Y por supuesto con los niños y con infinidad de otras cosas.

Pero también pasiones son cosas que nos aprisionan. Cosas que nos esclavizan, como por ejemplo la concupiscencia.

También nuestro modo de reaccionar ante la adversidad, a menudo infantil y haciéndonos nosotros los principales enemigos de nosotros mismos.

Enojándonos, lastimando, usando. Queriendo tener poder, codiciando, envidiando. Odiando en definitiva, hablando mal de la gente total... "el fin justifica los medios".

Y este es el significado principal de las pasiones... están allí en nuestro corazón, trayéndole pesar. Siquiera el amor (que también está allí) se les compara, porque además: "el amor es acción".

El amor es querer el bien del otro, incluso a pesar del nuestro. De modo que lejos de ser un sentimiento o una pasión, es una de las tantas cosas esenciales de nuestro bien, encerradas en un corazón "pasional".

Nuestro propio egoísmo,
nuestra auto-indulgencia.

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